WhatsApp y rupturas sentimentales
Sobre cómo separarse de la pareja de manera sana
En el 2009 dos extrabajadores de la compañía Yahoo fundaron en California WhatsApp Messenger Inc y con ello cambiaron radicalmente nuestra forma de comunicarnos. En tan sólo algunos años de vida la comunicación entre los grupos de amigos, los grupos familiares e incluso la comunicación en la pareja ha sufrido un revés lleno de ventajas e inconvenientes. Esta aplicación no es la única en el mercado, pero sí la que ha obtenido más aceptación entre los usuarios. Más allá de las ventajas e inconvenientes de estos nuevos canales, me gustaría dedicar un breve espacio a reflexionar sobre cómo estas nuevas maneras de comunicarnos pueden ejercer un determinado impacto en las rupturas sentimentales.
Cuando finaliza una relación de pareja siempre se mezclan sentimientos de dolor, angustia, tristeza, culpa, miedo, liberación, entre otros. Generan también casi siempre en una de las partes implicadas en la ruptura fantasías de reconciliación, promesas de cambio, demandas de “segundas oportunidades” y un seguido de pensamientos que se activan temporalmente tras dar o recibir la noticia y que se van atemperando en la medida en que el tiempo y la aceptación van dando paso al trabajo del duelo. El trabajo del duelo consiste básicamente en recuperar parte de la energía psíquica que teníamos depositada en el objeto amoroso y tolerar la pérdida para, pasado algún tiempo, poder volver a amar e implicarse en nuevos proyectos.
Hasta hace algún tiempo las rupturas sentimentales suponían también un alejamiento físico de la persona amada. Debíamos aceptar que la realidad se impusiera por encima de nuestras fantasías negadoras (“esto no me puede estar ocurriendo, en verdad me llamará mañana y me dirá que se ha equivocado) o fantasías reconciliadoras (“esto no es más que una crisis que nos va a unir para siempre”). En la mayoría de rupturas aparecen deseos de “saber” porqué el otro me ha dejado o de demostrar que en verdad cambiaré y todo irá ahora como una seda. Para conversar sobre estos temas, uno debía realizar el esfuerzo de llamar a la persona amada o desplazarse físicamente al trabajo, al domicilio o al centro de estudios, asumiendo el riesgo de que el otro no te quisiera ver o te despachara con algún desaire (“¿qué haces aquí?”). Este último riesgo generaba que en muchos casos, la persona dejada sucumbiera temporalmente al dolor e iniciara su proceso de duelo, habiendo cortado toda comunicación y reunión con la anterior pareja.
En la actualidad, gracias al uso que se da a las aplicaciones de mensajería instantánea, es muy habitual que las personas que acaban de romper sigan manteniendo algún tipo de intercambio virtual que, bajo la buena intención del “debemos seguir siendo amigos”, dificultan en buena manera el inicio y el mantenimiento del trabajo del duelo. Justo cuando la persona empieza a guiarse por su principio de realidad y empieza a soportar la dura realidad de estar sin pareja llega, “inocentemente”, un mensajito matinal o, a cualquier hora del día y de la noche que viene a devolver al que se está intentado recuperar a la casilla de salida. La facilidad del envío hace que no debamos realizar ningún tipo de esfuerzo mental ni físico en el envío, así como tampoco en pensar qué consecuencias puede tener para la persona que lo recibe.
Por estos motivos, se hace necesario, cada vez más una pedagogía del uso de los sistemas de mensajería instantánea para poder evitar, en la medida de lo posible, que los procesos de duelo se interrumpan constantemente, de la misma manera que la continua invasión de mensajes nos obliga a descentrarnos habitualmente de nuestras tareas y nos obliga a un multitasking nada recomendable. ¿Por qué iba a ser el duelo diferente al de otras tareas psíquicas?
Daniel Cañero
Psicólogo col. 14350 y psicoanalista
Febrero de 2016