Pasión por la novedad
Sobre el abuso de los smartphones
Lo nuevo mola. Este era el atractivo spot de un anuncio de una conocida aerolÃnea catalana que, mientras esperas a que llegue el tren, te permite fantasear con las ansiadas vacaciones. Tras entrar al tren, lo más habitual es encontrarse decenas de cabezas inclinadas sobre las pantallas de los smartphones deslizando el pulgar compulsivamente.
En unos pocos años, cualquier tipo de espera ha sido dinamitada por un constante flujo de estÃmulos que llegan a nuestra extensión robótica más cotizada: nuestro teléfono. Frente a cualquier segundo de espera, actualmente es imposible vencer el deseo irrefrenable de consultar si tenemos algún nuevo mensaje de WhatsApp, de correo electrónico o alguna nueva notificación de Facebook. Pero, ¿cómo hemos llegado a esta epidemia compulsiva que desgasta pulgares y hace aumentar nuestras dioptrÃas?
Es bien conocida en el campo de la psicologÃa la llamada «motivación de novedad». Si hay algo que hace mover a los seres humanos es la novedad. Durante miles de años, la especie humana ha vivido en un mundo dónde se daban escasos cambios de un dÃa para otro e incluso de una generación a la siguiente. El profesor Harari en su conocido libro Sapiens. De animales a dioses1 explica en uno de sus apasionantes capÃtulos que si un habitante español se durmiera en el siglo XIII y se despertara en el siglo XV, apenas encontrarÃa cambios a su alrededor. ¿Se imaginan qué impacto sufrirÃa alguien que cayó en coma en el 1800 y se despertara ahora? Durante dÃas y años no podrÃa acabar de procesar la cantidad de novedades que nos rodean en la actualidad. Dejando a un lado la perspectiva histórica, lo mismo nos ocurre a diario con algo de lo cual no nos separamos más de medio metro durante meses: nuestro terminal móvil. Algo que constituye una novedad mientras escribo esta nueva palabra, quedara obsoleto en cuánto consulte de nuevo mis redes sociales. La novedad continúa engancha, no sólo mola cómo rezaba el anuncio, sino que puede llegar a constituir una verdadera obsesión en todos nosotros, jóvenes y adultos, nativos o inmigrantes digitales.
Aceptando que no podemos escapar de ese deseo pulsional, irrefrenable, de novedad, ¿no podrÃamos intentar hallar la novedad en esa canción que quizás hemos escuchado cientos de veces, pero nunca hemos reparado en su letra? ¿No podrÃamos explorar los miles de rincones de nuestra ciudad que creemos tener ya explorados? ¿No podrÃamos quizás intentar escuchar a nuestro cuerpo y a nuestros pensamientos que si están bien alimentados también son una fuente constante de novedades? ¿No podemos quizás pensar que las personas «conocidas» (pareja, familiares, amigos) que nos rodean también merecen el respeto de escucharlos sintiendo lo nuevo que acontece en sus vidas? Quizás fui demasiado optimista con esta última propuesta, pero en todo caso, todo esto nos permitirÃa ser menos esclavos de una novedad que siempre nos hará caer en la insatisfacción y más dependientes de un ritmo más humano, más reposado, más natural. Porque lo natural también mola aunque los cambios de la naturaleza no se perciban a cada segundo, quizás es que deberÃa ser asÃ. Nuestro psiquismo no deberÃa ser alieno a sus orÃgenes naturales.
1 Harari, N. Y. (2015). Sapiens. Una breve historia de la humanidad. Debate.
Daniel Cañero
Psicólogo col. 14350 y psicoanalista
Junio de 2016