¿Psicólogo para vagos?
Tratamiento de la pereza
Hace algunos meses una colega psicoanalista me llamó para derivarme a un joven que le consultó por ser extremadamente vago y le pidió algún terapeuta que le quedara cerca del domicilio, dando de esta manera credibilidad a su supuesto síntoma. Esta misma colega ya le advirtió al proyecto de paciente que dudaba que la psicología le pudiera tratar la pereza. Obviamente el joven no llegó a iniciar terapia.
Esta demanda en los últimos años se ha hecho cada vez más frecuente: padres de adolescentes que consultan porque su hijo no hace “nada”, está todo el día “ahí” tirado y se le debe sacar de esa posición, a la que en muchos casos ellos han contribuido inconscientemente a producir.
Siempre conviene visitar al chico y descartar la existencia de algún trastorno del estado de ánimo como una depresión, un duelo mal resuelto, alguna situación de acoso escolar no manifestada o alguna incipiente fobia. Una vez explorado convenientemente al chico y la familia, puede que nos encontremos simplemente con algún conflicto motivacional (es decir, lo que motiva de verdad al chico, no es lo que creen los padres o el colegio que es a lo que el joven debería dedicar su energía) o nos confrontemos directamente con el conocido pecado capital de la pereza.
Si pensamos la pereza como una cierta incapacidad de aceptar y hacerse cargo de la existencia de uno mismo, necesariamente debemos pensar ¿quién se ha hecho cargo de la existencia de ese chico hasta el momento?. La pereza está íntimamente relacionada con nuestra capacidad de proyectarnos en el futuro y a la capacidad de demorar la satisfacción inmediata de deseos (me quedo en casa durmiendo y no voy a clase, me pongo a mirar Facebook o a jugar a la PlayStation en vez de abrir un libro…). ¿Se puede curar este pecado, cuando se supone que es algo a lo que la naturaleza humana está principalmente inclinada? ¿Se puede hacer algo desde la psicología clínica o el psicoanálisis para modificar esa situación que tanto malestar provoca en los hogares?
De entrada debemos corresponsabilizar a los cuidadores del chico de su situación, es decir, ver en qué cosas los padres, con sus mejores intenciones, se han colocado junto al principio de placer del chico y le han ahorrado supuestos esfuerzos (recogerle sus juguetes cuando era pequeño, prepararle la mochila cuando marchaban de colonias mientras ellos jugaban o “hacerles” o corregir los deberes para evitar una mala nota, entre otros…). Mediante estas “buenas intenciones” el chico aprende que él no necesita hacerse cargo de su vida y por tanto puede dedicarse a observarla pasivamente. Un primer paso pasará por romper la obtención de este beneficio primario que lo único que genera es la postergación de un futuro conflicto.
En segundo término es interesante trabajar con el chico y hacer consciente que, cuánto más se coloque del lado del principio de placer, más se acercará a la muerte o, llevado al plano más cotidiano, más probabilidades tendrá de vivir una vida con menos recursos (y, muchas más posibilidades de estar en paro), más aburrimiento y seguramente más dolencias somáticas. Ahora, esto implica activar su capacidad cognitiva de pensar a largo plazo y no siempre es fácil. Explorar junto al paciente su vida para encontrar algún “premio” más inmediato, puede ser un buen comienzo para activarlo. En muchos casos, habrá que realizar junto a los padres una tarea de depuración de satisfacciones inmediatas en la rutina cotidiana del chico (regalos, juegos, salidas, pagas semanales…) para luego poderlas ir reincorporando. En los casos donde la capacidad de introspección propia del paciente y de la familia lo permitan se pueden trabajar las identificaciones inconscientes, o carencia de ellas, que están en juego así como el beneficio secundario de la pereza que puede estar el paciente obteniendo (continuas atenciones, frecuentes miradas, valoraciones negativas, preocupación de los padres…).
Se trataría pues de ir sacándole de la posición placentera y dañina fruto del aburrimiento y llevarlo hacia el despertar de una curiosidad que le proporcione experiencias y conocimientos que le hagan, a pesar de que no siempre estas experiencias sean las que los padres esperaban al iniciar la terapia…
Psicólogo y psicoanalista
Noviembre 2015