Apego y relaciones desparejas III
5. Otras hipótesis en relación a las complicaciones para la ruptura
Hasta aquí hemos ido esbozando las conexiones entre los estilos de apego primarios y las posibles dificultades en el mantenimiento o ruptura en las relaciones de pareja a partir de la adolescencia.
Y si nos detenemos a estudiar o pensar la relación de pareja, cabe la pregunta: ¿qué lleva al mantenimiento, repetición o ruptura del vínculo en la relación de pareja?
Desde el psicoanálisis, el concepto de “beneficio primario y secundario” de la enfermedad nos permitirían una primera explicación a algunas de las complicaciones anteriormente mencionadas pero, como en muchos casos, la clínica nos devuelve la sensación de que no sólo interpretando al paciente la satisfacción neurótica que obtiene de sus síntomas (en este caso mantener una pareja con la que dice estar sufriendo) consigue el cambio terapéutico deseado. Por este motivo proponemos aumentar las posibilidades de intervención añadiendo otros elementos para la reflexión.
A continuación lanzaremos algunas hipótesis que podrían dar cuenta de la dificultad concreta con la que se encuentran muchos pacientes que, aceptando racionalmente la no conveniencia de una relación, no consiguen dar el paso para romperla o, incluso habiéndola terminado, no pueden pasar página y siguen anclados a esos vínculos poco
sanos.
Más vale malo conocido que bueno por conocer
Tras esta frase veríamos, por un lado, el temor del paciente a cambiar a peor. En un cambio nunca hay garantía de que la situación vaya a mejorar, y éste es uno de los puntos que frenan a uno ante el pensamiento de romper con la pareja. Por otro lado, que lo bueno por conocer lo podríamos conectar con el miedo a equivocarse, es decir, a pesar de que la nueva pareja pueda ser mejor, pesa más la herida narcisista de reconocer que uno cometió un error en la elección de pareja.
A la vez el malo conocido es conocido, es decir, aunque malo ya sé quién es, sé lo que le gusta y lo que no, y sé cómo es esta mala o insatisfactoria relación que tenemos. En una relación estable ya estoy acostumbrado, y cualquier cambio, aunque sea a mejor, supone un trabajo, un esfuerzo que me obligará a salir del principio de placer en el que
estoy instalado, quizá disfrutando de una continua e improductiva queja hacia mi
pareja, que me sitúa en el rol de “víctima o pobrecito” que en ocasiones tanto placer
da.
Miedo al abandono y la soledad
Tras la ruptura suele acontecer o bien la soledad o bien el buscar una pareja inmediatamente para “rehacer la vida”, puesto que ya socialmente está muy acentuado el hecho de que si uno está sin pareja “se le va a pasar el arroz” o “quedará sola y amargada como la mujer de los gatos8 ” o bien “tendrá que ir a vivir con la madre”…
8) Personaje de la serie norte americana “Los Simpson” de Matt Groening.
Queríamos destacar lo beneficioso de dejar un tiempo de reflexión o transición entre una ruptura y una nueva relación de pareja (si se da). Es un proceso natural y fundamental propio de todos los procesos de duelo, para poder elaborar qué ocurrió en esa primera relación antes de comenzar con una nueva y arriesgarme a repetir la
misma historia.
La presión de los míos, la familia
Otro argumento en contra de la ruptura de pareja es “la culpa”, el pensamiento de que si le dejo qué será de él. Esta es la sensación de abandonar un proyecto que para muchas personas es aquel en el que más energía han puesto y más se han implicado, con el consiguiente sentirse mala persona, o poco tolerante, o poco luchador. Nuevamente lo social carga estos temores o sentimientos de culpa con frases de la familia como “le habíamos cogido cariño y ahora vas y lo dejas” o “deberías haber luchado por la relación” o “nadie es perfecto, y tú buscando un príncipe azul que no existe”. Este sentimiento de culpa y esta presión desde lo familiar puede resultar del todo asfixiante en los casos en que la pareja lleva muchos años de noviazgo y mucho más si hay hijos comunes: “tienes que aguantar por tus hijos” o “si ahora rompes la
relación te quedarás solo para siempre”.
Mi proyecto vital es que él cambie…
Uno de los principales obstáculos para romper con una relación, a todas luces dañina, pasaría , en el entorno psicoterapéutico, por la crítica y queja constante hacia la pareja y unas fantasías de cambio que nunca llegan. La mayoría de personas antes de tomar la decisión de finalizar una relación preferirían que el otro u otra “cambie” alguno de los aspectos que molestan. De tal manera que se realiza una atribución externa del conflicto y es el otro que aparece como culpable de que la relación no funcione. De hecho en muchos pacientes se advierte casi un “proyecto vital” de hacer cambiar al otro mientras que admiten pocos aspectos a modificar en uno mismo. Es un trabajo ineludible del análisis situar la responsabilidad en lo que el sujeto de análisis puede hacer para transformar la relación y no tanto en destinar energía psíquica en lo que acaba constituyéndose una queja neurótica que bloquea toda capacidad de avance del analizado. Aquí habría que explorar desde un punto de vista clínico con qué otros proyectos vitales cuenta el paciente, ya que muy bien podría ser que el proyecto de que el otro cambie sea al que más energía dedica o en el único que cree tener capacidad de maniobra. Si el paciente tiene un proyecto laboral o académico que le resulta estimulante, es más probable que vea la inconveniencia de sostener una relación dañina y que le dificulta el logro de determinados objetivos ajenos a la relación. Si por el contrario nos encontramos con una persona pobre en proyectos personales, diferentes al de la pareja, es más fácil que buena parte de la energía psíquica se vuelque en conseguir que el otro cambie, tarea ingente e imposible de conseguir sin colaboración externa. Además, lo que yo considero que el otro debería cambiar raras veces coincide con lo que el otro considera digno de cambio. Por último, si este proceso se acaba intentando hacer de manera simétrica (“vale, yo cambio esto, pero tú deberías cambiar lo otro”), es más que seguro un fracaso por ambas partes.
Mitos en la relaciones de pareja
Hasta aquí hemos relacionado las relaciones de pareja con los estilos de apego primarios y con otras cuestiones vinculadas al acaecer del aparato anímico, pero no debemos olvidar que las relaciones de pareja están también sometidas a procesos sociológicos, históricos e incluso geográficos que las determinan. Cómo vivimos en la actualidad el mundo de la pareja en Occidente vendría sostenido por una serie de mitos. Los mitos son creencias que se hallan formuladas de tal manera que aparecen como sentencias verdaderas y absolutas. Los mitos tienen la función de mantener
ciertas ideologías grupales y por este motivo son resistentes al cambio y al
razonamiento.
Desde el clásico mito de la media naranja, que tiene su origen en la Grecia Clásica, a otros tomados por la Cristiandad (mito del emparejamiento, de la exclusividad, de la fidelidad o de los celos) constituyen, como describe Carlos Yela, 9(2003) el conjunto de creencias socialmente compartidas sobre la supuesta “verdadera naturaleza” del amor.
9) Carlos Yela García es profesor del Departamento de Psicología Social de la Universidad Complutense de Madrid. Ha presentad
La identificación conciente o inconciente con alguna de estas creencias podría dificultar o dar explicación a las dificultades en la ruptura de las relaciones de pareja. Las creencias míticas son quizás uno de los aspectos más complejos de abordar en procesos de psicoterapia, ya que en muchos casos el paciente reconoce lo absurdo de la creencia y dice desdeñarla, pero en la práctica sigue llevándola a cabo inconcientemente.
Aceptamos el amor que creemos merecer – Stephen Chbosky
Esta cita extraída del guión de la novela The Perks of Being a Wallflower de Stephen Chbosky (1999) da cuenta de otro de los obstáculos que a nuestro parecer puede contribuir a no poder finalizar las relaciones de pareja cuando claramente no
funcionan: el problema de la autoestima. La autoestima no es un concepto trabajado explícitamente desde el psicoanálisis freudiano, ya que aparece en la literatura psicológica a partir de mitad del siglo XX, pero es tremendamente importante en la elección, mantenimiento y finalización de las parejas. Si entendemos de manera sencilla la autoestima como la valoración que realizamos de nosotros mismos, veremos que es fácil que si una persona se valora negativamente puede encontrar una pareja que precisamente le haga sentir lo mismo. Esa coincidencia hará pensar a la persona que su creencia es real y que, por tanto, el otro no viene más que a cerciorar lo que él ya piensa sobre sí mismo. Si siento que no valgo para nada es fácil encontrar alguien que me acabe diciendo lo que yo quiero oír. Esta perspectiva, tremendamente neurótica aparece con alta frecuencia y es donde el concepto de “merecer” alcanza toda su extensión.
Según la RAE10 merecer es dicho de una persona: Hacerse digna de premio o de castigo. Es decir, si yo me siento mal conmigo mismo y aparece una cierta necesidad de castigo, es fácil que busque y sostenga en el tiempo relaciones de pareja que vengan a “castigarme” de alguna manera o de otra. Si desde un proceso terapéutico no conseguimos explorar e intervenir sobre las valoraciones que hace esa persona sobre sí misma es fácil que caiga en una rueda de repeticiones en cuanto a la elección de ciertos modelos de pareja.
10) http://www.rae.es/. Consultada el 26.03.2015
Hasta aquí hemos realizado un recorrido que se inició con las vinculaciones primarias de apego y los posibles desórdenes que se pueden llegar a expresar en complicaciones a la hora de finalizar una relación de pareja, sin que ello nos deba llevar a pensar que esas dificultades sólo se dan en pacientes que han padecido situaciones de negligencia o malos tratos. A continuación hemos dibujado algunas peculiaridades concretas en la intervención de estos casos y por último hemos abordado otras hipótesis que, en opinión de los autores de la ponencia, intentarían dar cuenta de los obstáculos conscientes e inconscientes que aparecen en la terminación de vínculos conyugales, más allá de los ya conocidos conceptos de “beneficios primarios y secundarios de la enfermedad” que aparecen en varios lugares de la obra freudiana11. Dichas hipótesis nos abren el camino de la sociología, la historia y la psicología social como nuevas fuentes de inspiración para posteriores trabajos que nos permitirían seguir ahondando en la inextinguible pregunta que fue nuestro leitmotiv a lo largo de todo el trabajo.
11) (Freud 1916-1917, 1926)