Sobre la compulsión a la regalación
Sobre la adicción a las compras
Durante estas fechas es habitual encontrar a miles de personas contagiadas de una suerte de compulsión a la “regalación”. Por compulsión debemos entender un impulso incontrolable, irracional y repetitivo para realizar una determinada conducta. En general el sujeto asume la compulsión para escapar a una angustia subyacente.
Si la persona no realiza el ritual, empieza a sentirse mal y tiende a creer que algo horrible le ocurrirá. Cuando las compulsiones son claramente irracionales como tocar ciertas cosas antes de irse a dormir, caminar por determinados sitios u ordenar obsesivamente los objetos de casa, la persona suele aceptar que se trata de algo patológico. En cambio, cuando la compulsión se puede sostener, aunque sea por los pelos, ideológicamente, ésta se empieza a extender rápidamente. Esto último es el caso de la epidemia navideña, aquella que implica la obligatoriedad de comprar regalos a familiares, a la pareja y en diferente formato, dícese de los conocidos como amigos invisibles a amigos y compañeros de trabajo.
Por regalo debemos entender un obsequio que brinda placer y que inicialmente procede de regalis, algo así como propio de un rey. Es decir que antiguamente los regalos eran los obsequios entregados a los reyes y emperadores, los cuales tenían sus necesidades suficientemente cubiertas. Así pues vemos que el concepto de regalo es diferente al de necesidad. Técnicamente cometeríamos un error al preguntar a un ser querido ¿y este año qué necesitas? o no me regaléis nada que no necesito nada.
Regalar implica pensar en qué le brinda placer a otro con el que me relaciono, y eso es tremendamente difícil. Primero, debo descentrarme de mí mismo y observar hacia dónde se dirige el deseo del otro, después debería retener donde su mirada se detuvo o que ansió y no pudo satisfacer. Todo este arduo proceso es imposible de realizarlo con demasiadas personas a la vez o de manera muy frecuente, con lo cual tras haberlo realizado unas cuantas veces, la mayoría caemos en una repetición estereotípica de elección de objetos.
Ahora, ¿por qué regalamos? ¿Realmente sentimos la necesidad de expresar nuestro afecto todos de esa manera? Si aceptamos la diversidad subjetiva, veremos que ciertas personas encuentran placer en este acto: piensan con anterioridad qué regalaran, lo personalizan, causan sorpresa en que lo recibe y logran su objetivo. Sin embargo, la inmensa mayoría, regalan “porque toca”, como si de una compulsión de tratara. Si no regalo, la familia, la pareja o los amigos no me lo perdonaran. Quizás lo que no me perdonen, es mi valentía para salirme de la espiral convencional recíproca: ahora a ti y ahora a mí. O lo que es peor, sólo regalar a quién realmente me apetece. Por no hablar ya, del sentimiento de devolución que genero en el otro, es decir si yo le regalo, espero que el otro también lo haga.
Es cierto que las relaciones y los vínculos humanos están basados en el intercambio: de palabras, de afectos, de miradas, de contacto físico, de ideas… ¿también de regalos?
Desde el psicoanálisis, sostenemos que tras los síntomas neuróticos, como en el caso de las compulsiones y obsesiones, siempre se esconden conflictos psíquicos no resueltos. ¿No será entonces el regalar porque toca, una suerte de compulsión que nos libra de preguntarnos qué tipo de vínculo establecemos con los otros y como lo sostenemos?
Psicólogo y psicoanalista
Enero de 2016